Dice Marco Aurelio: “Mi maestro Diognetes me enseñó a comportarme con seriedad dentro de los estudios, a evitar las influencias de tramposos y charlatanes y a ser paciente en la crítica de mis actos”. Así, las máximas y enseñanzas que escribió hace más de 2000 años parecen diarios o fragmentos de discursos, pero siempre representan la voz interior del autor, quien se dirige a sí mismo cuando observa la realidad.
Los pensamientos extraídos de este libro permanecen en la memoria perdida del llamado inconsciente colectivo. En la trama de nuestra vida, las máximas abrirán el archivo clínico de la conciencia y nos pondrán a disposición del espejo para romper, el actual reencuentro de las faltas, con la inercia cotidiana de la mediocridad.