En muy pocas obras de nuestra tradición poética nacional se puede ver una relación tan
estrecha entre poesía y vida como en la obra de Marco Antonio Campos. Si no se
antepone este vínculo, la poesía de Campos simplemente no se entendería y, por
extensión, no existiría. La suya es una poesía propia de la pulsión romántica: íntima,
crepuscular, testimonial, solidaria y siempre honesta, pero sin que esta dimensión tan
personal pierda jamás su dimensión universal. La mejor metáfora para definir una poesía a
través de la cual transcurren muchos nombres y países, muchas circunstancias pasadas y
por venir, sería asumiendo que la historia individual del poeta es, a un mismo tiempo, la
historia de nuestra propia circunstancia, de tal modo que la vida del poeta es espejo en el
que nos miramos y ventana a través de la cual tomamos conciencia de la realidad. Por
eso, cuando Campos escribe: “Oh Dios, vi tanto”, nosotros, que a través de su entrañable
poesía vemos tanto, nos sentimos también agradecidos.